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El descubridor de Jeison Murillo que vive del amor a la profesión
Don Prudencio Viveros es el coordinador del Deportivo Cali en un barrio marginal. Una historia de dolor y admiración hacia quien trabaja nada más que por el arteFrancia - Colombia: Amistoso Fecha FIFA
-‘Papa Pru’, recíbame estos 5 millones- le insistió, agradecido por haber cambiado su vida, Jeison Murillo. –Mijo, guarde esa plata, deme mejor la camiseta del Granada y balones, para que los niños entrenen- le respondió el viejo Prudencio Viveros, a quien no le importó que su casa se inundara tras cada aguacero.
Este sacrificado personaje le ha dado grandes jugadores al Deportivo Cali, como él, hay uno entre mil, trabaja nada más que por el amor a su profesión.
Un año después -en diciembre de 2014- el defensa del Granada español y de la Selección Colombia, volvió a la casa de ‘Papa Pru’ y le entregó 6 millones de pesos. Pese a la resistencia inicial del viejo, el mal estado del techo de su vivienda, lo impulsó a recibir el dinero.
“El que le puso el piso a la casa lo dejó con un desnivel. Además, las tejas de eternit están en mal estado. Entonces, cuando llueve, el agua se me mete a las piezas. Con esa plata, ya tengo a una gente trabajando para solucionar ese problema”, cuenta don Prudencio Viveros, formador y veedor del Cali en el barrio Andrés Sanín de la Sultana del Valle.
Don ‘Pru’ es un negro alto, delgado, con escasos pelos blancos en su cabeza y en sus cejas, aún camina erguido, tiene los labios resecos, porque pese a la continua exposición al sol, ingiere poca agua; se saluda con sus jugadores como si fuera un adolescente, y ya lo aqueja una afonía.
A pocos metros de la humilde vivienda, que heredó de su fallecida madre, está la cancha del barrio, donde se formaron jugadores como Edison ‘el Guigo’ Mafla, Edison Toloza, Jorge López Caballero, Julio Tovar, Hamlet Mina, Donald Millán, Jeison Murillo, Jair Palacios, Germán Mera, Luis Manuel Orejuela, Jeison Angulo y José Mondragón. También pasaron en pruebas, entre otros, Cristian Zapata y Helibelton Palacios.
“Inicié con Jorge ‘Gallegol’ y luego continué con el fallecido Américo Orbes, llegamos a tener hasta 70 jugadores en las divisiones menores del Cali”, complementó Viveros.
La cancha de Sanín colinda con los barrios Puerto Mallarino, 7 de Agosto, el sector de Juanchito, y a cerca de 15 minutos, está el barrio Compartir, desde donde llegaba a diario Jeison Murillo, junto a sus dos hermanos, John y Junior, y luego de hacer equilibrio, de desafiar el peligro.
“Los tres jugaban mucho. Mi hijo mayor, Juan Carlos, les regaló una bicicleta, y ellos se venían en esa cicla; el mayor manejaba, Jeison en la barra y Junior iba parado atrás en los conos, era un peligro”.
Andrés Sanín es un sector tan desprovisto como esperanzador, y a su cancha acuden cerca de 500 niños diariamente -entre 5 y 17 años-, la mayoría con sus padres que se ubican a un costado luego de que don Prudencio les dé a sus hijos la bendición que los invita a soñar, que les brinda tranquilidad así estén atravesando alguna penosa necesidad.
Fue esa esperanza la que siempre mantuvo encendida el actual titular en la defensa del Cali Germán Mera. “Él es del barrio Puerto Mallarino, su papá murió cuando él estaba muy niño, y luego de eso, le tocó irse todas las tardes a ayudarle a su abuelo a sacar arena a la orilla del río Cauca. La mamá vendía mangos y chontaduros con un platón en la cabeza. Mera, jugaba de delantero, pero no hacía goles, era el único delantero que les daba ‘leña’ a los defensas, cogía al ‘pobre’ Jeison Murillo y le daba durísimo. Hasta que Ricardo Martínez pidió que lo ubicaran como defensa central”, rememoró don Prudencio.
Fue esa esperanza la que no dejó desfallecer al defensor del Milán de Italia y de la selección Colombia Cristian Zapata. “Yo le decía que para llegar acá desde Tetillo (Cauca), tenía que pasar por Corinto, Miranda, Florida, que era como dar la vuelta a Colombia, entonces, hablé para que lo enviaran a entrenar a Pance. Empezó como delantero y después lo ubicaron como defensa”.
“Don ‘Pru’, nunca vas a conseguir plata”
Esa frase parece ser una sentencia, pero don Prudencio es un hombre abnegado, bueno, que ignora sus precariedades económicas, en pos del beneficio de unos chicos, tal vez, igual de necesitados a Jeison Murillo, jugador que en un comienzo por su delgadez siempre les generó dudas a los entrenadores de las divisiones menores de los azucareros en aquel entonces.
“A Jeison, todos los meses de enero, lo ponían en el tablero entre los jugadores que salían, así pasaron cuatro años, porque tenía las piernas muy delgaditas, pero yo les insistía en que él jugaba de central, de lateral izquierdo y derecho y de volante de marca. A todos los niños, al final de los entrenos, les dábamos colada de bienestarina con pan, para que no llegaran a sus casas con el estómago vacío, pero a Jeison no le gustaba tomarse la colada”, contó don Prudencio.
Para don Prudencio, el dinero nunca fue un desafío, no parece que viviera con menos de lo necesario. Siente gozo, paz cuando clava su mirada en el bien cuidado pasto de la cancha de Sanín, luego mira al cielo y suelta: “voy a estar aquí hasta que Dios me dé salud”.
El viejo que cree tener 71 años –A los 19 años, le aumentaron dos más en la Plaza de Cayzedo para que pudiera reclamar un subsidio familiar-, se desempeñaba como pintor, hasta que hace cerca de 24 años le encargaron la coordinación del satélite del Deportivo Cali en el citado barrio.
“Me ganaba 15 o 20 mil pesos diarios, pero me salí para trabajar con el Cali. Don Humberto Arias (fallecido expresidente del equipo) me enviaba un cheque de 60 mil pesos mensuales, y el padre de la parroquia decía que yo cómo iba a vivir con esa plata y nueve hijos, entonces, en la iglesia, de la limosna que daban, me compraban un mercado”.
Y entonces, su caso se hizo particular, en la era del fútbol empresarial, para muchos concebido como un negocio, la gran vitrina que mueve a las masas, le ha devuelto muy poco a don Prudencio Viveros. Parece que su única intención es permitir que miles de niños salgan de la marginalidad. Nunca se ha lucrado de la transferencia de un jugador.
“Una vez me presentaron al señor Luis Felipe Posso (empresario), quien me ofreció que trabajara con él, y Humberto Quiceno (empresario) me ofreció 1,5 millones de pesos mensuales, y no acepté. Luego, en un partido en las canchas Panamericanas, don Hernando Ángel me ofreció 14 millones de pesos por Jeison y Junior Murillo, Germán Mera y Ricardo Serna, fue en un diciembre y no acepté, pese a que no tenía para el estreno de mis hijos. Ese día don Hernando me dijo, ‘Pru vas a morir pobre’”.
Dentro de lo poco que le ha dado el fútbol a don Prudencio, recuerda un viaje a Gradisca (Italia) con una categoría juvenil del Cali. Es un hombre al que le sobra sensibilidad, pasión. Solo tiene guardadas camisetas de equipos locales e internacionales, muchas fotos, recuerdos. También guarda la promesa que le hizo Jeison Murillo de llevarlo a la venidera Copa América en Chile, y a conocer España, y hasta Italia, donde el defensor jugará con el Inter de Milán.
Apenas devenga mensualmente el salario mínimo vigente, y quiere que lo entierren con la sudadera que tiene puesta: la del Deportivo Cali.
Al final, con su mirada noble, sincera y su voz afónica me dice, “gracias por acordarse de mí”. Confundido, le sostengo la mirada y le expreso: “no tienes porqué agradecerme ‘viejo’, te mereces andar en un automóvil acondicionado y vivir en abundancia, estar en la distribución de las ganancias; te mereces un monumento en esta cancha, rodeada por el río Cauca, tocada por la pobreza, frecuentada por gente esforzada que ve en el fútbol la bola mágica a la que se pueden encomendar. La vida debería reproducir más personas tan bondadosas, te mereces, un reconocimiento social”.