BOCA JUNIORS

Russo es más que un DT

La carrera y el legado de Miguel Ángel Russo en el fútbol argentino y sudamericano. Sus convicciones, el respeto y la huella que dejó por donde pasó.

FEDERICO PARRA | AFP
Periodista argentino egresando de Deportea. Experiodista del Diario Olé en 2002. Productor de SportsCenter - ESPN. Especialista en tenis y fútbol, y Productor Ejecutivo de PEGSA Latam y Coordinador de Tea y Deportea Online
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Hay entrenadores que marcan una época. Otros, un estilo. Y hay unos pocos que, a cada paso que dan, dejan su sello. Miguel Ángel Russo pertenece a esa última estirpe. A esta especie en extinción. En un tiempo de discursos vacíos, de técnicos-estrella y de egos por encima de lo colectivo, Russo repele, como en la física, como dos polos iguales. El actual DT de Boca es humildad, coherencia y una lealtad a sus convicciones que nunca necesitó gritar a los cuatro vientos para hacerlas prevalecer.

En Argentina, Miguel es parte del paisaje futbolero desde hace décadas. Campeón con Boca, Central y Vélez (Primera División) referencia en San Lorenzo, ídolo en Estudiantes, respetado en Racing, Huracán, Lanús y Colón. En todos los clubes dejó algo. Y todos, sus discípulos lo recuerdan con estima. Porque Russo no impone, convence a través de su trabajo, de su metodología. No busca títulos para alimentar su figura ni engrosar las estadísticas personales, sino que pone al grupo por encima de una referencia individual.

Su paso por Boca, claro, es eterno. En el Xeneize dirigió dos ciclos inolvidables y está comenzando el tercero en este Mundial de Clubes de la FIFA. En el primero, conquistó de la Copa Libertadores 2007 al frente de un equipo inolvidable con Riquelme en estado de gracia y una identidad que aún hoy se recuerda como ejemplo. El segundo, más reciente, fue el de la reconstrucción post crisis, ganándole a River la Superliga 2019/2020 en un sprint final con una remontada que tiene un párrafo especial en los libros de historia. Y fue por ello que Juan Román Riquelme acudió al Profe tras despedir hace un mes a Fernando Gago suplicando que le salve el pellejo. Porque la figura, hasta entonces inmaculada e indiscutida del ídolo de Boca, comenzaba a ser parte del grupo de los mortales. Porque, más allá de los resultados, Miguel tiene espalda para aguantar. Y eso no es común. Porque La 12 exige. Pero a Russo no se lo discute. Se lo banca y se lo abraza.

En Colombia, su figura es todavía más emocional. Allí no solo dirigió a Millonarios con éxito, ganándole el campeonato local en 2017 nada menos que a su clásico rival bogotano, Independiente Santa Fe; y la Superliga de Colombia en 2018 al gigante de Medellín, Atlético Nacional; sino que también reubicó a Los Embajadores a su lugar de protagonistas. De equipo grande. Y fue en Bogotá en donde vivió algo más profundo, más personal: su lucha contra el cáncer. Fue diagnosticado mientras dirigía y nunca escondió su vulnerabilidad. Por el contrario: la enfrentó con coraje y transparencia. Y Colombia no lo olvidó. Lo convirtió en un símbolo. Hoy es recibido como un ídolo cada vez que regresa. Y cada vez que habla de este país y de su gente, Miguel lo hace con una ternura que trasciende lo estrictamente deportivo. Demuestra agradecimiento eterno.

Russo es más que un DT. Sabe ganar y sabe perder. Sabe cuándo hablar y cuándo callar. No va al choque sin sentido, pero tampoco baja la cabeza. Es un caballero, en el sentido más futbolero de la palabra. De esos que no necesitan un escándalo o levantar la voz para que sus palabras generen eco. Y que cuando habla, el vestuario escucha. Y el hincha también.

En Sudamérica, donde los entrenadores duran poco y los proyectos aún menos, Russo representa la idea de que se puede trabajar con profundidad sin necesidad de exhibirse. Su carrera es un ejemplo de resistencia, de amor al juego y de una ética profesional sin grietas. Por eso, cuando un club lo llama, el hincha respira aliviado: sabe que llega alguien serio.

Miguel Ángel Russo no da discursos motivacionales de laboratorio. No se vende al algoritmo meramente estadístico o mediático. Cree en el trabajo, en la escucha, en la humildad como forma de liderazgo. Y eso, en estos tiempos, vale más que un título.

Por eso se lo quiere en Argentina. Por eso se lo recuerda en Colombia. Y por eso, mientras otros buscan un lugar en el podio, él se ganó algo más complejo: el respeto total del fútbol sudamericano.

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