La Colombia “noventera” que ilusiona con la Copa
Con 37 años viví varios momentos especiales de la Selección Colombia, pero sin duda uno de los que me marcó la vida fue el 5-0 en el Monumental contra Argentina en el 93. Tenía 6 años y me acuerdo como si fuera ayer. Además, porque no solo había visto ese partido en una edad que en las teorías del psicólogo y filósofo suizo Jean Piaget (Clase de teorías de la comunicación de primer o segundo semestre) aplicaba al desarrollo cognitivo a partir de lo que pasaba en el entorno. Sino porque ya era un feeling con la pelota y el fútbol que desde ahí me marcaba un camino, que hoy me doy cuenta no ha sido en vano. Menos con una Selección que refleja el sentimiento de un colectivo en esta Copa América 2024 (me tocó más el corazón que el equipo de 2014, porque tiene mucho de popular), que como en aquel equipo de los noventa nos llenó de orgullo e ilusión, pero que hoy un poco más prevenidos, quizá por la falta de confianza y los constantes fracasos nos han llevado a tener más bien una mentalidad poco optimista o que cuando logramos cosas como estas no les demos el valor que merecen. Sin embargo, como dijo Maturana para AS Colombia hace unos años. “El fútbol de Colombia es una muestra del país que nosotros queremos que el mundo conozca. Que el mundo sepa que aquí hay fantasía, un país que se unía en su cultura...”, y que hoy este equipo vuelve a generar eso.
Colombia no tiene una cultura futbolera marcada, estamos en el proceso pero todavía falta mucho y con equipos como este nos ayuda a potenciarla. Pues como dijo Bielsa (que no fue el primero en hacerlo, pero si el último en recordarlo), el fútbol es popular y eso de lo popular no pega solo en el pagar una boleta para ir al estadio. Pega más bien en como ver que un indígena (hermano mayor) termina siendo una de nuestras figuras (Luis Díaz), lo mismo que un “barrabrava” (término utilizado a conveniencia según la circunstancia) como Daniel Muñoz nos representa a muchos en la cancha o Richard Ríos que siendo “micrero” (para llegar al fútbol sala hay que pasar por el cemento) llevó ese pedazo de barrio que le hacía falta a la Selección para sentirla parte de todos.
El fútbol sigue siendo para todos y de todos, por eso el fútbol no es solo el de la Copa América, es el que juegan los niños en sus parques o calles imaginando ser uno de esos que ven en televisión, pero no por tener la plata o cosas que puedan conseguir por su talento, sino por eso, por la crudeza de sentirse especial a partir de un talento. Cómo lo están haciendo James y este equipo, que está lleno de historias hermosas y generacionales que se conectaron a partir de un argentino que nos entendió. Porque no hay que quitarle mérito a Lorenzo y a sus formas, porque culturalmente también y con ese afán, o no sé si afán, pero con ese algo de querer adaptar una cultura futbolera hemos respetado mucho a los argentinos. Tanto, que muchos preferirían ser de allá (y porteños, porque no creo que tucumanos o cordobeses, porque seguro que ni saben la diferencia o donde queda). Néstor al igual que Pékerman tienen claro que primero hay que generar esa empatía con la pelota alrededor de la calle y el barrio, como lo hizo Maturana, por eso hay tanta similitud. No es casualidad que 30 años después se haya superado el mejor registro de partidos sin perder y eso más allá de ser una estadística, es el reflejo de un trabajo táctico y mental en el que se potencia y valora el ser colombiano, negro, mestizo, raizal y demás. Como sentenció el técnico, “Pacho con Bolillo y su grupo dejaron un legado muy importante que es la base de lo que vino después. No es dejar atrás ni superar, es sumar para que el fútbol colombiano crezca y esté lo más alto posible”. A mí no me gusta el reggaeton, pero sé que la canción de Ryan Castro identifica este país (más por la gaita, pues aquí nació la cumbia y no el reggaeton, aunque haya muchos intérpretes). Aquí condenamos a Maturana por su frase de “perder es ganar un poco”, pero nunca entendimos que ese era el camino para el éxito, pues no se llega a la cima sin tropezar un poco, sin perder algo.
Por eso hoy, 10 de julio de 2024 y más de dos décadas después de que viví la mayor alegría con la Selección Colombia, hay ilusión con la segunda Copa ante un rival que tiene convencimiento y experiencia para jugar estos partidos, pero que no se ha dado cuenta que como les copiamos muchas cosas (no siempre a propósito o al pedo como dirían ellos) esta Copa para Colombia está diseñada para darle un premio al mejor jugador después del Pibe Valderrama que ha dado este país, para James David Rodríguez Rubio. Un genio con la pelota que como humano se ha equivocado, pero que con su zurda ha llenado de ilusión a un país que necesita una Copa más para darse cuenta que también la gloria nos pertenece… Queda un partido para demostrar que el fútbol no es solo cultura o coraje. Hay que demostrar que el fútbol también es fiesta, sensibilidad, rebeldía y convencimiento para aplicar el viejo refrán de que el alumno superó al maestro (?)… A poco más de 90 minutos de seguir potenciando el fútbol colombiano y la cumbia raizal que quieren más allá que acá, “488 kilómetros de ida…”.