OPINIÓN

Instrumentalizar al pueblo

Bandera de Colombia
Gobierno Nacional
José Luis Querubín
Actualizado a

Durante el periodo electoral, las personas deben ser muy cuidadosas, porque todos los candidatos saludan, abrazan y dan la mano, algo que olvidan después de llegar al poder.

Ahora, varios aspirantes a la Presidencia de la República están recorriendo el país pidiendo firmas, y, como por arte de magia, todos tienen don de gentes; es decir, se volvieron personas empáticas, escuchan a la gente, son muy amables y cautivan a las personas. Ojalá siempre fueran así y no lo utilizaran como parte de una estrategia de marketing político, sino como la manera en la que un líder debe tratar a los demás, no para pedir el voto y lograr su objetivo, sino para realmente ayudar a sus semejantes.

Dos grandes filósofos de la Grecia clásica, uno de ellos llamado Sócrates, decían que “un hombre conoce, por ejemplo, que no le conviene frecuentar el juego, y, como fruto de ese conocimiento, no lo frecuenta más. Quien lo frecuenta es el ignorante”. Pero para otro muy reputado filósofo, llamado Aristóteles, no es así. Él decía: “puede un hombre saber que no le conviene el juego, que perderá su dinero allí y que ese será el comienzo de su perdición. Pero, a pesar de saberlo, su deseo por el juego es tan fuerte que su razón no le sirve para controlar ese deseo y termina frecuentando el juego, perdiendo su dinero e iniciándose en la perdición”.

Cada uno de nosotros, afortunadamente, tenemos la posibilidad de decidir por quién votar o a quién elegir, pero cada vez que nos veamos en esa situación deberíamos tener en cuenta lo que decía Aristóteles y no para hacer lo que él subraya, sino para tratar de ser racionales cuando de elegir a un político se trata.

Nunca sabemos si lo que vemos y escuchamos en la calle en campaña son las características reales de x o y candidato; es muy difícil saber si están interpretando al bueno de la película o al villano con todas sus argucias. Y esa dificultad radica muchas veces en lo que se dice y cómo se dice. Algunos políticos son muy hábiles en la creación de los mensajes: “las palabras eficaces, tanto en la ficción como en la realidad, no solo explican, sino que también motivan. Hacen pensar y actuar. Excitan las emociones y la comprensión”, según dice el experto en sondeos de opinión, Frank Luntz.

El arte de engañar es tan viejo como la humanidad; es por eso que se vota por unos líderes y, pocos días o meses después, hay mucha gente arrepentida. Como diría Friedrich Nietzsche: “la boca puede mentir, pero el gesto que se hace en ese momento dice toda la verdad”. Es por eso que se debe ver cómo actúan los políticos, más que escuchar lo que dicen, y hay muchas oportunidades en una campaña para verlos actuar; eso puede ayudar a identificar quiénes realmente son. Max Weber señala que “el poder significa la probabilidad de imponer la propia voluntad dentro de una relación social, aun contra toda resistencia y cualquiera que sea el fundamento de esa probabilidad. El foco radica en la probabilidad de que un actor, siguiendo su propia voluntad, imponga su voluntad a otro”.

Es por eso que, cuando uno de esos líderes que hicieron campaña prometieron mil cosas y lograron persuadir a la gente, en el despertar de esas personas, caen en la desilusión y se sienten engañados. Además, porque los líderes creen que, cuando un país vota en un porcentaje que le permite ganar y llegar a la Casa de Nariño, eso es como si firmaran un cheque en blanco que le da aval al presidente para hacer lo que se le venga en gana o para hacer las barbaridades que se le ocurran.

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Afortunadamente, el ser humano tiene una gran ventaja sobre los animales: puede razonar, meditar, pensar y analizar lo que lo rodea. Aristóteles decía que “el hombre tiene esto de especial entre todos los animales: que solo él percibe el bien y el mal, lo justo y lo injusto y todos los sentimientos del mismo orden cuya asociación constituye precisamente la familia y el Estado”. Es por esa razón que, durante este periodo electoral, toca tener los ojos y oídos bien abiertos para evitar errar en la escogencia del próximo presidente de la República y después no tener que llorar sobre la leche derramada.

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