MUNDIAL CLUBLES

Enzo Fernández, conviene apostar por él

El centrocampista se convirtió en campeón del Mundial de Clubes con el Chelsea. Un nuevo título para su palmarés.

BUDA MENDES
Periodista argentino egresando de Deportea. Experiodista del Diario Olé en 2002. Productor de SportsCenter - ESPN. Especialista en tenis y fútbol, y Productor Ejecutivo de PEGSA Latam y Coordinador de Tea y Deportea Online
Actualizado a

Hay jugadores que ganan. Y hay jugadores que no saben perder. Enzo Fernández es definitivamente de estos últimos. Lo suyo no es una racha. No es suerte. No es casualidad. Es carácter. Es aura. Es una forma de ingresar al campo, y de transitar la vida, con la convicción innegociable de que quien terminará levantando la copa es, indefectiblemente, él.

Ayer, en el Met Life Estadium de New Jersey, con el brazalete de capitán en el brazo izquierdo, el argentino volvió a hacerlo. Estandarte y figura de la final, fue elegido, además, en el equipo ideal de la primera edición del Mundial de Clubes. Su consagración fue completa. Lideró, jugó, ganó. Como tantas otras veces. Como siempre.

Con apenas 24 años, continúa engrosando su estirpe de voracidad: nunca perdió una final internacional. Y el dato abruma: Copa Sudamericana 2020, Recopa 2021, Copa del Mundo 2022, Copa América 2024, Conference League 2025, y ahora el Mundial de Clubes. Un hito que trasciende camisetas, continentes y contextos. El ex Benfica no solo es campeón: es invicto en la instancia máxima de cualquier certamen internacional. Un animal competitivo. Un obsesivo del detalle. Un ganador de alma.

Pero no todo fue fácil. Su llegada a Inglaterra fue un golpe duro que lo sumergió en un baño de realidad. Y de humildad. Fútbol nuevo, idioma desconocido, presión exorbitante, un club en crisis y un precio pagado por su de transferencia que pesaba más que cualquier camiseta. Enzo lo admitió con honestidad y lo asumió con responsabilidad: le costó la adaptación, se sintió superado y tuvo que pedir ayuda. Contrató preparadores físicos personales, cambió hábitos, se entrenó en doble turno. En vez de buscar excusas, se hizo cargo. El talento lo tenía; lo demás, lo construyó. A pulmón.

Y eso también explica su raza. Porque el hombre récord no es solo técnica, ni solo lectura de juego: es también cabeza. Mentalidad. Una forma de entender el deporte como desafío permanente. El ex River juega cada partido como si fuera una final. Y cada final, como si no hubiera otra más.

Su historia con la Selección lo confirmó: pasó de suplente a indiscutido en pleno Mundial de Qatar. Fue elegido mejor jugador joven del torneo y levantó la Copa del Mundo con apenas 21 años. Dos años después, volvió a tocar el cielo en la Copa América 2024. Entretanto, más títulos, más protagonismo, más certezas.

Lo suyo no es una moda. Es un sello. Un tipo que aparece cuando la situación requiere de temple, que pide la pelota cuando otros se esconden. Enzo tiene eso que no se entrena; el aura de los imprescindibles, esa mezcla de fuego interno y paz exterior que tienen los que nacieron para ganar.

El volante, que alguna vez de joven le destinó una carta a su ídolo Messi mediante un posteo en Facebook disculpándose en nombre del pueblo argentino por las críticas que el 10 recibía por entonces, es el símbolo de una generación que juega con frescura pero también con el cuchillo entre los dientes. La que no se conforma con llegar. La que quiere escribir historia.

Todavía falta. El camino sigue. Pero si algo nos enseñó este verdadero crack es que, cuando su equipo juega una final internacional, conviene apostar por él.

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