Don Petro de la Mancha
En un lugar de Colombia, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un presidente de los de verbo impetuoso, carácter desafiante y estilo provocador…
Don Petro vivía entre la realidad y la ficción, tal como dirían en el programa La Luciérnaga de Caracol Radio. Su mente divagaba por aquellos espacios de lo imaginario donde se creía el salvador del mundo, y con su armadura cabalgaba en una época donde ya no existían los caballeros y confundía al presidente de Estados Unidos con gigantes que querían atacar y acabar con el planeta Tierra. Su fiel escudero, Sancho Benedetti, con un pensamiento más aterrizado, aportaba una perspectiva más realista y pragmática a las locuras de su amo.
El pensamiento de Don Petro estaba enmarcado en un idealismo conveniente, mientras que Sancho Benedetti veía el mundo desde la realidad y el sentido común. Es muy posible que, por instantes, Don Petro tuviera momentos de lucidez donde se estrellaba con el mundo real, especialmente cuando su fiel escudero lo sacudía y lo hacía tropezar con la realidad, pero Don Petro no permitía que eso lo sacara de su mundo de ilusión. Esta dualidad se manifiesta en sus diálogos y aventuras, donde los sueños de grandeza de Don Petro chocan con la dura realidad que le muestra Sancho Benedetti.
Esta es una obra narrativa de Gustavo Cervantes, gran escritor, novelista y visionario de la realidad del país, quien, a través de la locura de Don Petro, se plantea una pregunta sobre la realidad y lo imaginario. Gustavo Cervantes esboza que Don Petro, tras leer muchos libros de historia y haber estudiado economía en la Universidad Externado de Colombia, donde cabe decir que, según Don Petro, todos los estudiantes de esa prestigiosa academia salían sabiendo de derecho solo por el hecho de estar ahí estudiando otras carreras. Tal vez Don Petro pensaba que esa universidad olía a derecho y que ese aroma impregnaba todos los lugares más recónditos de esa alma mater, dando un superconocimiento del derecho a todo el que pasara por ahí.
Cervantes cuenta que, en uno de esos momentos de enajenación de Don Petro, un día dio la orden a tropas de otro país para que no le hicieran caso a su máximo líder, lo cual fue visto como una intromisión en asuntos que no le competían, y ese hecho desató la furia del máximo líder de ese otro “reino”. El autor también señala que, después de perder el juicio, Don Petro de la Mancha decide insistir en una constituyente, todo en medio de aquellas elucubraciones que salían de su pensamiento ideologizado, donde también veía como un gigante a la derecha, no solo colombiana, sino a la derecha mundial.
Sancho Benedetti es muy importante en esta historia, ya que es el que le imprime realidad a todas las situaciones por las que pasa Don Petro. Él trataba de aterrizar y arreglar todo lo que su amo no alcanzaba a ver. Benedetti se encontraba en una situación difícil porque, como buen escudero, siempre trataba de sacar a su amo de ese mundo imaginario y poner sus pies en la tierra, pero su lealtad y amistad, en muchas ocasiones, le impedían actuar con firmeza frente a Don Petro.
La historia termina con un Don Petro dándose cuenta, después de infinidad de aventuras y desventuras, de que el poder era efímero y que tenía que volver a la realidad de los mortales, donde no existían los caballeros de brillante armadura, aunque los monstruos sí, pero no como él se los imaginaba, y que su Dulcinea no pasó de ser un sueño. La cordura le trajo a Don Petro muchos desengaños; uno de ellos fue cuando vio a su mundo derrumbarse y, tras eso, entró en un momento de su vida donde fue bajando su popularidad, al punto de llevarlo otra vez a su mundo imaginario, donde, ya sin poder, seguiría luchando contra los monstruos, que en realidad eran solo molinos de viento.
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