SPORTING 1-0 ATLÉTICO

Montero le deja un susto al Atlético que es semifinalista

El Atlético elimina al Sporting tras sufrir de lo lindo en Lisboa con el gol del colombiano Fredy Montero. Griezmann perdonó al final. Costa se lesionó y le suplió Torres.

MadridActualizado a
MIGUEL A. LOPESEFE

La esencia rojiblanca quedó derramada sobre la hierba del José Alvalade. Porque nadie como el Atleti sabe sufrir estoicamente, sobrevivir en el alambre. Es semifinalista pero tembló, tembló mucho en Lisboa, ante un gran Sporting. Estaba en el aire, estaba en la semana europea, estuvo en esos tres minutos de acoso, en el que el Sporting sólo era balones colgados sobre la portería de Oblak. Buscaba ese gol, el de la prórroga, ante un Atleti tembloroso. Lo intentaba Petrovic, lo intentaba Doumbia, lo intentaba Bruno Fernandes. Pero una vez vez el balón se fue fuera y, otras, se topó con la pierna de Saúl, con la cabeza de Savic, con Godín, hasta que el árbitro pitó y pudieron volver a respirar. Eran semifinalistas. Cuánto había costado.

Desde el túnel salieron los dos equipos formados como ejércitos. El Sporting sobre todo. Rui Patricio iba primero. Nada de bromas, nada de abrazos, pensando sólo en balón. Jorge Jesús reforzó su equipo desde la alineación. Quería control, un tercer central, Andre Pinto, por si a Coates y a Mathieu les daba por el show, como en el Metropolitano. Sólo había una manera de espantar la tormenta, no la que caía del cielo sino la otra, la del palco, desde el fútbol, con una remontada sobre esa hierba cada vez más rápida.

Desde que el balón rodó, el Sporting buscó el gol rápido. Agarrado a la bota de Gelson Martins, de nuevo eléctrico, cada eslalon era un latigazo, un miedo, un agujero. Avisó el Sporting, con un remate de Acuña que buscaba la escuadra y respondió Costa con un cabezazo en plancha que se fue a un palmo del palo y resultó estrella fugaz: tardaría en volver a presentarse por allí.

Bajo la lluvia, el José Alvalade se sentía cerca Roma, cerca Madrid. Golpe a golpe, contra a contra, con autoridad el Sporting fue encerrando a los rojiblancos a los pies de su portero. Coates, el central que regaló a Costa el balón que acabó en el gol de Koke en la ida, buscó ser Manolas con un cabezazo que buscaba la red, el miedo en cuerpo rojiblanco, pero esa la salvó Oblak. Se suspendió en el aire, imposible, para sacarla con la punta de los dedos. Su mano milagrosa de cada partido. Ante sus ojos, su equipo se había deshecho bajo la lluvia. Replegado, sin chispa ni contragolpes. Sin asistencias de Koke, sin control de Gabi, sin remates de Costa, sin juego de Griezmann. Un equipo condenado a defenderse ante un Sporting agigantado, desconectado y fiado sólo a la guarida de sus guantes.

Esos mismos a los que el delantero colombiano Fredy Montero les encontró un resquicio justo después de que Jorge Jesús recibiera un revés, la lesión de Mathieu, y Lucas un golpe en el pómulo que en el descanso le dejaría bajo la ducha. Fue después de que Acuña se hiciera el enésimo llavero con Juanfran, Oblak falló por alto y Fredy Montero cabeceó su rechace a la red mientras Saúl y Savic se miraban. El marcador confirmaba el juego. Un Atleti atemorizado, miedoso, ante un Sporting agigantado sobre las recuperaciones de Bruno Fernandes y el otro que a la espalda de Juanfran siempre encontraba. El Atleti se abalanzó sobre el descanso como el sediento sobre el vaso de agua.

El reposo, sin embargo, no trajo buenas noticias. En la caseta se quedaba Lucas y Vrsaljko saltaba al campo como lateral derecho. Al rato, después de que Oblak siguiera sujetando la eliminatoria con sus guantes, ahora ante Bryan Ruiz, Costa caía al suelo víctima de una maldición, la de Lisboa: sentía un pinchazo en el isquiotibial, pedía el cambio, Torres pisaba la hierba. Pero fue Griezmann quien la tuvo, por dos veces, y las dos revivió la final de la Eurocopa. Una se plantó ante Rui Patricio, pensó demasiado y estampó el balón en su cuerpo. Otra, la envió fuera. Tocaba seguir sufriendo. Mirando el reloj, de reojo, mientras los segundos iban pasando como si fuesen años y el Sporting buscando más resquicios a los guantes de Oblak.

Pero no se los encontró Bryan Ruiz y el reloj se plantó en los diez minutos. En ese momento todo podía pasar. Y Simeone podía imaginar el abismo corría el Sporting, ante sus ojos, con el reloj en la mano, dueño y señor del balón y de las ocasiones. Pero Petrovic lo envió fuera. Y Doumbia se topó con Saúl y Bruno Fernandes con Savic y Godín. Y cuando los centrales del Atleti recuperaban la respiración, tras el acaso, su equipo ya era semifinalista

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