Ni el televisor ni la lavadora: el aparato eléctrico que dispara el consumo del hogar sin que muchos lo sepan

En casi todos los hogares hay un aparato que parece inofensivo, pero que trabaja día y noche gastando energía sin descanso. No hace ruido, no parpadea y rara vez se apaga, pero su presencia puede sumar una buena cantidad de pesos a la factura de la luz cada mes.

Se trata del refrigerador antiguo, un electrodoméstico que, pese a su utilidad, puede convertirse en un verdadero “vampiro energético” si supera la década de uso.

Un refrigerador de más de diez años puede llegar a consumir entre 400 y 800 kilovatios-hora al año, mientras que los modelos más modernos, especialmente los de tecnología inverter, utilizan apenas entre 100 y 250 kWh. La diferencia, que a simple vista parece técnica, se traduce en un gasto extra que los usuarios sienten en el bolsillo, sobre todo si el aparato funciona las 24 horas, los 365 días del año.

El enemigo silencioso en casa

Este fenómeno no es menor: a nivel global, se estima que entre un 5 % y un 10 % del consumo total de un hogar proviene de estos aparatos que permanecen en modo de espera. En algunos países, la cifra puede llegar hasta el 13 %. Aunque parezca insignificante, la suma anual puede representar varios cientos de dólares, o su equivalente en pesos, que podrían ahorrarse con hábitos más conscientes.

Entre los mayores culpables de este gasto están los decodificadores de televisión, módems, impresoras, laptops y equipos inteligentes que, aunque no estén en uso, continúan demandando electricidad. Una sola consola de videojuegos, por ejemplo, puede gastar más de 100 kWh al año únicamente en modo de espera.

Para enfrentar este problema, organismos internacionales como la Agencia Internacional de la Energía han impulsado iniciativas como la One Watt Initiative, que establece límites estrictos al consumo en standby. Gracias a esto, los aparatos modernos son más eficientes, pero en muchos hogares todavía se conservan modelos antiguos que no cumplen con estas normas.

La solución, según los expertos, comienza con gestos simples: desenchufar dispositivos que no se estén utilizando, usar regletas con interruptor o enchufes inteligentes, y, en la medida de lo posible, reemplazar electrodomésticos antiguos por modelos con certificación de eficiencia energética

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