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DAKAR 2017 | DÉCIMA ETAPA

Tras el caos sufrido, el Dakar intenta recobrar el pulso

Una vez reagrupada casi toda la caravana, a pesar de los problemas en la zona afectada, la organización trata de reanudar la competición.

Chilecito
Un participante del Dakar cruzando por una zona anegada de agua.
RICARDO MORAESREUTERS

"Yo envié mis naves a luchar contra los hombres, no contra las tempestades. Doy gracias a Dios de que me haya dejado recursos para soportar tal pérdida: y no creo importe mucho que nos hayan cortado las ramas con tal de que quede el árbol de donde han salido y puedan salir otras”. Lo dijo Felipe II tras el fracaso de su Armada Invencible, pero lo podrían haber firmado Etienne Lavigne o Marc Coma para describir el caos vivido en el Dakar.

La octava etapa que partía de Uyuni se pudo disputar, aunque recortada, pero el problema surgió cuando la Ruta 9, la carretera por la que toda la caravana se dirigía al campamento de Salta, fue cortada por un desprendimiento. Mientras el Dakar intentaba recomponerse y reagruparse, la región de Jujuy se vio asolada por una tempestad que derrumbó montañas, desbordó ríos e incluso produjo dos víctimas mortales.

Con el grueso de la carrera, participantes, asistencias y organización, desperdigados en el caos, no quedó más remedio que anular la novena jornada, la etapa reina, que debía unir Salta con Chilecito. Los organizadores cedieron sus medios para colaborar con las autoridades en las labores de rescate mientras la caravana iba llegando con cuentagotas al campamento. Al filo de la medianoche llegaron las primeras motos, y de madrugada los coches, camiones y asistencias, aunque muchos, como Nani Roma, decidieron dormir en el lugar del derrumbe.

De buena mañana, a las siete, las primeras motos tomaron rumbo a Chilecito en una tediosa ruta de setecientos kilómetros y más de siete horas. Alguno, como Joan Pedrero, confesaba que había dado alguna cabezada encima de la moto por el cansancio acumulado de dos etapas maratón, el tedio, el calor y el caos. Un caos que proseguía en el campamento bajo un calor asfixiante. Las asistencias tardaban en llegar, las autocaravanas seguían retenidas, pero la competición parecía salir adelante recordando en todo momento a las víctimas. Unos se buscaron hotel, otros decidieron dormir en el suelo, y todos lucharon contra el escaso tiempo y la falta de medios para preparar el roadbook.

El último escollo para dar el pistoletazo de salida a la etapa entre Chilecito y San Juan era que la organización pudiera contar con todos sus efectivos. Los que tenían que controlar la etapa también estaban atrapados en el caos, pero poco a poco se fueron recuperando para la causa. Veníamos preparados para vivir el Dakar más duro de Sudamérica, pero no contra los elementos. El Dakar se ha quedado cojo por las tempestades.