Estas mujeres antioqueñas representan su poder en diferentes ámbitos de la sociedad. Sus historias inspiran y marcan un camino en el día a día.
Luisa García, Paula Patiño, Zuleima Asprilla y Sandra Vélez son ejemplo de empoderamiento femenino en una sociedad que poco a poco se transforma y le da un espacio igualitario a la mujer. Este especial es para reconocer su labor y cómo marcan la pauta en cada una de sus profesiones.
Se trata de Luisa García, responsable de género y juventud de la dirección de Comfama. Luisa no recuerda cuándo tomó la decisión de dedicar su vida al trabajo social, con una sonrisa y orgullo asegura que, ella no lo eligió, sino que lo social la eligió a ella.
Esto lo dice al recordar a su familia cuando vivía en la zona noroccidental de Medellín, tenían que dedicarse al trabajo para poder sostener el hogar y que, por eso, su crianza estuvo a cargo de las organizaciones sociales de su barrio.
“A ellos les debo todo, cuando mi familia debía guerreársela para sacarme adelante, estuvieron ahí a mi lado, y por eso amo servir, porque desde que tenía cinco años, viví en carne propia lo importante que son los procesos sociales”, dice Luisa García.
Esta experiencia la llevó a que, en su juventud, su enfoque estuviese en apoyar a sus pares, darles una voz y liderar procesos que mejoraran su calidad de vida. Reconoce que uno de los mayores retos de su oficio es eso, enfrentar las necesidades y vulnerabilidades de las comunidades a las que acompaña.
“Una a veces quiere hacer muchas cosas, pero conocer las historias de los que llegan con hambre, de las chicas que cuentan como las golpearon y abusaron de ellas o que las echaron de la casa porque quedaron en embarazo, se vuelve muy complejo construir democracia cuando ni siquiera se puede cumplir con un mínimo de calidad de vida”, afirma.
Advierte que este no ha sido un proceso lineal, que con los años entendió que hacer un alto en el camino nunca será fracasar y que, por el contrario, siempre permitirá que surja un nuevo comienzo. “Muchísimas veces, demasiadas veces la he tirado, yo he empezado muchas veces de nuevo, por eso para mí el feminismo es más que una bandera, ha sido parte de mi estilo de vida, porque me ha enseñado que una puede renacer cuantas veces desea y que una puede encontrar nuevos horizontes”.
Ese estilo de vida y sus capacidades la hicieron destacar y por eso hoy es la responsable de género y juventud de la dirección de Comfama, uno de los cargos a los que la compañía más énfasis le ha hecho en el último tiempo.
“Es un rol que se encarga de dar línea técnica dentro de la organización, apoyar la construcción de políticas y de protocolos, buscar que todos aprendan de enfoque de género y equidad, también diseñamos mejores oportunidades para la juventud, soy la primera en ocupar este cargo”, explica.
En este trabajo reconoce que el 2022 trajo muchos logros, con programas como el Consejo Joven, la Escuela de cuidado y la actualización del protocolo para prevenir violencias basadas en género, sin embargo, destaca como orgullo la campaña sobre la menstruación, uno de los temas con más tabúes en Colombia.
“Uno de los grandes logros es que se declarara que la menstruación existe, que hoy tengamos un programa que tenga 16 mil subsidios entregados alrededor de productos para el sangrado menstrual y que también hemos formado a 2 mil personas y hacemos parte de una mesa en el congreso para la construcción de una ley sobre los derechos menstruales”, señala.
Esta trabajadora social, con lo social en las venas, advierte que no imagina ganarse la vida de otra forma porque sabe que las semillas que siembre hoy será los frutos que mañana lleven su legado.
“A mí nunca se me va a olvidar que la fotógrafa del barrio me pagó el pin de la universidad, yo estoy segura de que somos el resultado de las personas que creen en nosotros y que nos ayudan a formar esa red para salir adelante, y es por eso que yo me esfuerzo por dejar huella, en ser enlazados de mundos para otros, porque quiero replicar y devolverle a la vida la fortuna que tuve de encontrar en mi camino personas maravillosas que fueron fundamentales para mi crecimiento”, concluye.
La colombiana del Movistar Team ha basado su carrera en el esfuerzo inculcado por su familia en la Ceja, Antioquia, en donde forjó sus triunfos. Paula Patiño no quería ser ciclista. Llegó a la bicicleta porque así lo quería su destino. Un día cualquiera uno de sus hermanos la invitó a dar una vuelta en bicicleta por el municipio de La Ceja, en Antioquia. Ese día, la bici marcó su vida.
No solo le mostró el camino que su vida iba a seguir desde ese momento, sino que le dio todo lo que tiene ahora. Corre en un equipo profesional y demostró que, con esfuerzo, disciplina y también talento, todo se puede lograr.
Paula comenzó solo por recrearse, pero esa competidora que tenía en su interior hizo que en poco tiempo quisiera estar en las carreras locales y mucho más cuando Hernando Gaviria, uno de los impulsores de talento de La Ceja, y papá de Fernando, apostara todo por ella.
Gaviria no se equivocó. La fuerza que puso en su pupila, la pequeña Paula, luego dio el fruto esperado. Su espíritu combativo hizo que la Unión Ciclista Internacional, la invitara a pasar un tiempo en el centro Mundial de Ciclismo en Suiza. Paula dejó a su familia y a sus amigos y partió en busca de su futuro.
De ahí no pasó mucho tiempo para que el Movistar Team femenino, el mejor del mundo, la quisiera en sus filas y la apoyara para ser el apoyo de la mejor ciclista del mundo, Annemiek van Vleuten. En el 2022, Paula fue la gregaria de la neerlandesa que ganó el Giro de Italia y el Tour de Francia.
Pero, en lo individual, Patiño también tuvo logros históricos para el ciclismo femenino colombiano. Fue cuarta en la Vuelta a Andalucía, obtuvo el noveno lugar en Itzulia, décima en la Vuelta a Burgos y, como si fuera poco, fue tercera en la Clásica de Navarra y en el Tour de l'Ardeche.
Paula Patiño sabe del valor de sus logros en un deporte que es históricamente masculino. Además, ha tenido que luchar el doble por tener el puesto que se ha ganado desde que empezó su carrera.
Ella misma compara su esfuerzo y lo que se siente con un ascenso en un premio de montaña fuera de categoría en donde nadie puede rendirse. “Las mujeres ciclistas hemos demostrado que no somos el sexo débil, que también tenemos la capacidad física y mental de aportar algo más y por eso debemos tener las mismas oportunidades", dijo en una charla con el diario AS Colombia.
Paula entiende su liderazgo como un conjunto de cualidades, "el líder no es solo la persona más fuerte físicamente sino debe tener otras cualidades como empatía, valorar el trabajo de los demás y esto es lo que tiene mi equipo Movistar. Cada una tiene claro su rol vamos a cada una de las carreras con el objetivo de ganar".
Y está orgullosa de ser una de las referentes del ciclismo femenino en Colombia en donde varias niñas y jóvenes quieren seguir sus pasos, “sí, creo en el poder transformador de la mujer pues con este se pueden aportar más valores en todos los ámbitos”.
La ciclista espera seguir dando el 100 por ciento de sus capacidades para que, en el 2023, sus objetivos puedan pasar de ser gregaria a ser campeona en alguna de las carreras de su calendario deportivo.
Por 20 años ha llevado al hombro el Ballet Folclórico de Antioquia. Fuerza, voluntad y disciplina son las palabras que mejor podrían definir a Zuleima Asprilla, quien por 20 años ha liderado el Ballet Folclórico de Antioquia y que bajo su visión transformó la manera de vivir ese género en el país. Esa es una entidad sin ánimo de lucro que desde hace casi 30 años trabaja por el rescate y proyección de las tradiciones culturales del país, por medio de diferentes técnicas de danza.
Su escuela de formación se enfoca en desarrollar las habilidades para la danza, el trabajo en equipo, valorarse a ellos mismos y a la sociedad, a través de los diferentes cursos. Por eso, escuchar las gaitas, sentirlas y conectarse con ellas le ha permitido inspirar a cientos de jóvenes que encontraron en el ballet una oportunidad para destacarse y homenajear la cultura colombiana, hasta el punto de cambiar su carrera, la bacteriología, por el baile.
“Yo quería replicar el gran trabajo que hizo Albeiro, nuestro fundador y por eso se volvió parte de mi piel, de mi ADN, yo realmente soy una persona que con las cosas que me apasionan que me encantan doy el 200 por ciento eso se apropió de mi vida y le dio un vuelco total y por eso los cambios en mi vida”, dice Zuleima Asprilla.
Y es que, bajo su liderazgo, el ballet ha recorrido más de 30 países: Estados Unidos, Francia, Italia, Canadá, Suiza, Perú, Chile, Alemania, Países Bajos, Luxemburgo, España, Rusia, México, Bélgica, Honduras, El Salvador, Cuba, Panamá, Ecuador, República Dominicana, China, Japón, Emiratos Árabes, entre otros.
A la música llegó por sus padres y el amor por las raíces colombianas. A ellos los recuerda con Flores Negras, canción que sus amigos y conocidos sabían que solo bailaban ellos dos y que por eso hasta despejaban la pista, para permitirse hipnotizarse con el amor que emanaban. “Era una canción que siempre la tuvo en su corazón y era una manera de tener en regocijo a mi mamá, y disfrutar ellos dos bailando, ambos bailarines y muy enamorados. En una fiesta solo ellos dos bailaban esa canción, me trae recuerdos muy bonitos, me trae a mi papá al corazón, él que está allá en el cielo”.
Ese tributo a sus padres compaginó con la disciplina que adquirió desde pequeña. Con nostalgia recuerda un lema de sus clases de judo y artes marciales: “ceder para vencer”, lo define como la capacidad de hacer un alto en el camino para replantearlo y llegar a la meta.
“Yo entrené judo en el colegio y parte de la universidad, es una manera de como tú entregas o te conectas con la fuerza del otro para derrocarlo, no todo puede ser fuerzas contrarias, choque, entonces uno como fluye y el judo se convierte en una danza y como aprende uno en vez de ser rígido se vuelve moldeable, maleable”, señala.
Agrega que estas prácticas le permitieron aprender a expresarse a través de la tranquilidad y la concentración, que las traduce en centrarse y enfocarse sin perder el control, ante cualquier situación de la vida.
“Hay algo que es la meditación en movimiento y es cuando estás haciendo lo que más te gusta hacer, que en mi caso es bailar, es como que todo el resto del panorama se pierde, es un momento único, cuando uno está con uno mismo, es una conexión interna, si logras eso estás en conexión con Dios, tu espíritu está en conexión con Dios, entonces ahí es donde viene la misión interna para todos los bailarines, y es que necesitas primero estar conectado contigo mismo y cuando olvidas el exterior puedes dar lo máximo de ti mismo y entras en un momento de vibración y esa fuente de energía se conecta con el otro, con tu compañero y luego con el público y no se trata de algo estético, si no de la sensación que generas en el otro”, comenta.
Sin proponérselo, su historia la ha llevado a inspirar a los cientos de alumnos que han pasado durante 20 años por el Ballet y que en ella encontraron una mujer que se siente orgullosa de sus raíces y que las promulga y promueve al mundo entero.
Ser madre soltera y enfrentar la adversidad le convirtió en una obsesión evitar que más mujeres viviesen lo que a ella le tocó. A Sandra, en Bello, norte del Valle de Aburrá, la reconocen por su trabajo social. Su obsesión es empoderar a las mujeres y demostrarles que, si la vida no les da oportunidades, ellas mismas pueden crearlas, porque se considera prueba de ello.
“Soy madre cabeza de hogar y por eso desde muy joven, por mis hijos, aprendí a crear las oportunidades para sacarlos adelante y ese es el mensaje que quiero llevar con mi trabajo social”, expresa Sandra Vélez cuando explica un poco el motor de su labor.
Desde joven tuvo afinidad con la política, aunque no la ejerce, apalanco su liderazgo y con esto, siempre enfocó sus ayudas a la comunidad, “entendí que la política debe estar al servicio de la comunidad y para eso la usé, para que a quienes pedían ayuda de verdad les llegara y mejorara su calidad de vida”.
Con el paso de los años, Sandra se obsesionó con el deporte, ser directora de la liga de motociclismo en Bello, le permitió entrar a un mundo dirigido y pensado para hombres, para revolucionarlo.
“Al principio fue difícil, a los hombres les daba muy duro que una mujer estuviese al mando, dando órdenes, fueron años en los que poco a poco y con mucha paciencia fui cambiando paradigmas”.
Ese proceso la llevó a trabajar por las mujeres en ese deporte, a enseñarles a cuidarse, a empoderarlas y que rompieran esquemas porque nada podía impedirles brillar en él.
Paralelo a esto, trabaja con las mujeres que se denominan “moteras” en varios municipios del norte del Área Metropolitana, con ellas realiza trabajos sobre autocuidado en las vías, cursos de manejo, entre otros, porque su prioridad es que, en el campo que sea, las mujeres se sientan que el límite es el cielo.
Con sus más de 40 años de servicio a la comunidad les dice a las mujeres que hoy se sienten abandonadas, solas y sin oportunidades que las busquen y que las creen ellas mismas, que se apoyen en los procesos sociales de sus municipios que hoy se han fortalecido y enfocado en poner en el centro de la discusión, las necesidades de las mujeres.