El entrenador Luis Fernando Montoya será premiado en el Elite Soccer Congress, un evento organizado Diario AS y Fútbol Táctico. Un Reconocimiento a su labor, legado y resistencia en tiempos difíciles.
El 22 de diciembre de 2004, cinco meses después de ganar la Copa Libertadores con Once Caldas, la vida de Luis Fernando Montoya cambió para siempre. El entrenador resultó herido en un asalto que devino en un diagnóstico de cuadriplejía irreversible. Perdió la movilidad del cuerpo, pero con fe, trabajo y amor ha demostrado que siempre existirá una motivación para no renunciar.
Los momentos difíciles pueden ser muchos, pero valora más las alegrías y enseñanzas. El Campeón de la Vida, como es conocido en toda Colombia, no se queda en el pasado y lucha por seguir disfrutando al lado de su familia, esa que nunca le soltó la mano. “Tengo que ser agradecido, tengo vida, puedo hablar con ustedes y puedo apreciar la belleza de todo lo que tenemos en el mundo”, le dijo a AS.
“La disciplina y compromiso como valores. Respeto por el amor a la profesión”
Desde hace varios años da charlas motivacionales, escribe columnas en el periódico El Espectador y habla de fútbol cada vez que sale el tema. Montoya sigue analizando cada partido con pasión. Siempre le gustó el buen juego, pero aprendió que a veces hay que adaptarse a las condiciones. Los títulos deportivos guardan un lugar especial en su memoria.
Como buen aficionado al fútbol, quiso ser jugador profesional desde niño, la pelota siempre lo sedujo. Luego la dirección técnica tomó protagonismo y lo llevó a lo más alto.
Montoya (Caldas, 1967) siempre ha sido un enamorado del fútbol. Su deseo era brillar como futbolista profesional, pero debido a que hubo momentos difíciles en la economía familiar, se preocupó más por el estudio. Mientras jugaba como aficionado se dio cuenta que tenía talento para dirigir equipos. El sueño de jugar se detuvo, pero se lanzó como entrenador. Un giro del destino.
Se preparó en Medellín, dirigió en inferiores y selecciones juveniles de Antioquia hasta llegar a Atlético Nacional. Allí, recibió la primera oportunidad de dirigir al equipo profesional en 2001. Meses después fue subcampeón de la liga colombiana con un plantel del que hacían parte Milton Patiño, Juan Carlos Ramírez, Freddy ‘Totono’ Grisales, Iván ‘Champeta’ Velásquez, Faustino Asprilla, entre otros.
"Siempre quise jugar fútbol profesional, pero fueron momentos muy difíciles y después me incliné por la dirección técnica"
En 2003, Once Caldas le abrió la puerta y se convirtió –para muchos- en el mejor entrenador del país. Inmediatamente salió campeón con un equipo conformado por Juan Carlos Henao, Samuel Vanegas, Elkin Soto, Arnulfo Valentierra, Sergio Galván Rey, Dayro Moreno y muchos más. Paso a paso formó un gran equipo que terminó exhibiéndose un año después en Sudamérica.
Al título de futbol colombiano le sumó el de la Copa Libertadores en 2004, una buena presentación en la Intercontinental y el premio al mejor técnico de América, premio otorgado por el diario El País de Uruguay.
El éxito internacional llegó en menos de un año, el camino que recorrió tuvo su recompensa. Tocó el cielo ganando la Libertadores y disputando la Intercontinental en Japón.
Tras una fase de grupos relativamente fácil para Once Caldas del profe Montoya, llegaron 3 duros rivales en octavos, cuartos y semifinales. A Barcelona lo eliminó en penales, luego al Santos de Robinho, Diego y Elano con aquel golazo de tiro libre de Valentierra en el Palogrande. Zurdazo al ángulo. La llave de semis se la ganó a Sao Paulo que era dirigido por Paulo Autuori. Lo hizo con goles de Herly Alcázar y Jorge Agudelo.
En la final se midió con el vigente campeón: Boca Juniors de Carlos Bianchi. Montoya y sus jugadores aguantaron el cero en La Bombonera y celebraron el título en Manizales el 1 de julio. Todo se definió en penales a favor del Once. Agónica definición, de 8 cobros solo entraron 2, ambos del local. En medio de la celebración, los argentinos se retiraron del campo sin recibir la medalla de plata. El Blanco Blanco se convirtió en el segundo equipo colombiano en ser campeón de la Libertadores, el primero fue Nacional en 1989.
"Todos tenemos momentos difíciles, pero los debemos superar poniendo de nuestra parte. Hay que luchar y entregarnos siempre"
En diciembre de ese 2004 fue el mano a mano con el Porto, un club que levantó la Champions bajo la conducción de José Mourinho y que, en la última Intercontinental de la historia, era dirigido por Víctor Fernández. Nuevamente los penales dictaron sentencia tras un el 0-0 en 120 minutos. Jonathan Fabbro falló el quinto con el que Once Caldas se hubiera coronado campeón del mundo, lo estrelló en el palo derecho del arco defendido por Vítor Baía.
Nunca un club colombiano estuvo tan cerca de ser campeón del mundo a nivel de clubes. El mundo reconoció la valentía del Once Caldas y el trabajo de Montoya.
El momento más difícil llegó el 22 de diciembre de 2004. En medio de una tarde navideña y horas después de renunciar a Once Caldas, recibió un disparo que le destrozó la médula espinal.
Todavía hay muchas preguntas y, aunque es difícil de superar, Montoya logró con sacrificio salir adelante por su familia. En diciembre la vida lo golpeó como nunca. Adriana Herrera, su esposa, retiró dinero de una entidad bancaria y fue seguida hasta su casa en Caldas, Antioquia. Cuando él abrió la puerta para que ella entrara fue amenazado, encañonado y agredido. Recibió un disparo en el cuello que lo dejó cuadripléjico.
Estuvo mucho tiempo sedado y su parte médico siempre fue desalentador, desde ese momento recibió el título del Campeón de la Vida. Los primeros años fueron difíciles, llenos de llanto y desesperanza. Con el paso del tiempo aprendió que “somos capaces de superar todo si en la mente nos lo proponemos”.
"Tuve un momento donde lloré demasiado, no se lo decía a nadie"
“Le tenía que dar un ejemplo a mi hijo que por más que estuviera viviendo un momento difícil, no me podía entregar (…) He pasado por momentos muy duros y eso me ha fortalecido mucho mentalmente. Pienso que desde antes ya estaba preparado para lo que venía”, cuenta el DT.
Su familia es la inspiración y motivación diaria. Siempre se levanta con el propósito de mejorar en algo, hace todo lo posible para verlos sonreír.
El profe y Adriana Herrera se conocieron en Caldas, Antioquia. Fueron muchos años como simples conocidos porque sus familias eran allegadas, pero en 1993 se hicieron novios cuando ella era cajera de un banco. Su esposa se convirtió en compañía y en el apoyo para crecer como persona y profesional. Lo acompañó en cada una de sus aventuras y gestas deportivas. Nunca han dejado de quererse, hay días difíciles, como siempre, pero el amor es más fuerte.
José Fernando tenía tres años en 2004, el año en el que el técnico se consagró con el Once en América y cuando quedó cuadripléjico por el atentado contra su vida. El niño fue su fiel compañero desde que nació, lo acompañó alzado de brazos en cada una de sus victorias y celebraciones.
"Lo más importante es la perseverancia, perseverar que algún día pueda lograr mover mis brazos para volver a abrazar a mi hijo"
Hoy sueña con repetir esas escenas en casa, anhela algún día tener movilidad para abrazarlo, por eso trabaja entre 4 y 5 horas diarias con el fisioterapeuta. “Lo más importante es la perseverancia, perseverar que algún día pueda mover mis brazos para volver a abrazar a mi hijo”.
Montoya dejó los banquillos, pero sigue dirigiendo a su mejor equipo, la familia. Adriana y José siempre serán titulares por su sacrifico, inspiración y aliento, ese que a veces falta pero que se recupera de inmediato. Quedan muchos partidos por jugar en casa.
Montoya sigue analizando el juego. Aunque el fútbol ya no es su prioridad, no se puede dejar de ser entrenador. Sigue aprendiendo de sus colegas.
El entrenador se mantiene actualizado con lo que pasa en el fútbol colombiano y mundial, continúa observando, aprendiendo y opinando sobre los equipos de sus colegas. Le llaman la atención técnicos como Pep Guardiola, Jürgen Klopp, José Mourinho, Diego Simeone, Marcelo Bielsa y Hans-Dieter Flick. Ellos lideran su lista de favoritos.
El profe, quien en 2012 fue consejero del Millonarios campeón, está más activo que nunca con el juego, por eso tiene un espacio de opinión en El Espectador para hablar de su máxima pasión, esa que lo llevó a ser reconocido hace 17 años en todo el continente y que lo hizo merecedor de ser el mejor técnico de la Conmebol. Su nombre está lado de otros colombianos en ese premio: Francisco Maturana (1993), Hernán Darío Gómez (1996) y Reinaldo Rueda (2016).
"La pandemia es como un partido de fútbol en el sentido de tener mucho compromiso y responsabilidad con uno mismo y con los seres que me rodean. Tenemos que cuidarnos"
“Siempre me gustó el buen fútbol, en Once Caldas no tuve esa riqueza técnica y me tocó adaptarme”, explica. Más allá de los módulos tácticos y de saber que los resultados son los que mantienen a un técnico en su cargo, para Luis Fernando Montoya siempre fue importante jugar bien a la pelota.
- ProducciónMariano Tovar
- DiseñoFélix García
- DesarrolloRodrigo Ludgero
- Producción Editorial Clara Pardo Pablo Bargueño