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ATLÉTICO 1-LAS PALMAS 0

Atlético de Madrid vence a Las Palmas y vuelve a festejar

Marcó un golazo en el 59' para la victoria al Atlético, cuatro partidos después. Buen partido de Las Palmas, que reclamó un penalti. Dos balones a los palos.

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Atlético de Madrid vence a Las Palmas y vuelve a festejar

No podía ser otro. Lleva el 8, el número de Luis, el futbolista que hizo el primer gol en este estadio que se va, hace 50 años, el suyo, el de Saúl Ñíguez. Disparó desde fuera del área para hacer ese gol que tanto le costaba a su equipo, para espantar todos los nervios que en ese minuto, el 55, atenazaban al Calderón. Porque cada uno que pasaba parecían dos. Y el Atleti no marcaba. Y el Atleti seguía en esa cuesta abajo que comenzó en Sevilla y no se detenía. Fue con la zurda. Fue desde fuera del área. Fue después de un chut de Griezmann que se estampó en un defensa. Fue tras una pérdida de Roque Mesa, el mejor de su equipo y del partido. Fue respirar.

Lo necesitaba el Atleti porque, aunque salió con ímpetu, con la garra del Atleti de siempre, del viejo Atleti de siempre, éste duró 25 minutos. La presión incisiva se fue consumiendo y el Atleti descosiendo por donde siempre últimamente, su falta de gol. No lo encontró Gameiro porque cada contra suya terminaba en un trastabilleo. O le pasaba el balón a Griezmann cuando lo lógico era chutarlo.

Fue después de una volea de Saúl que se estampó en el palo y el rechace posterior de Griezmann se fue fuera, cuando Las Palmas se quitó de encima la presión del Atleti y alrededor de Roque Mesa empezó a crecer. Sólo tuvo que hacer lo que mejor le sale: bajar el balón al suelo y jugarlo. Helder encontró una autopista por detrás de la espalda de Vrsaljko y fue ganando el campo metro a metro hasta hacerlo suyo. El Atleti se había descompuesto, como últimamente. Y todos sus nervios se concentraban un lugar: los últimos metros.

No le salían las jugadas de pizarra. Griezmann corría y corría para terminar en nada. Y como el balón no entraba y no entraba lo que le pasó es que la grada empezó a ponerse nerviosa. Hubo pitos a Godín, los hubo para Saúl, pero lo más curioso fue lo que pasó en el 33’. Todo el estadio enmudeció. Lo había callado Lemos con un balón a la cruceta que confirmaba lo que se veía: las Palmas mandaba, era el dueño del partido y del balón, ante un Atleti encogido, como si lloviera. Mira que es difícil escuchar el silencio en un estadio que llenan 54.000 personas, el silencio en el Calderón. Pero lo había. Estaba. Un silencio ansioso. Un silencio lleno de miedos.

Cada jugada era un pase impreciso. Pura ansiedad. Las jugadas ensayadas seguían yéndose a las nubes, a Gameiro se seguía haciendo un lío cada vez que pisaba territorio Varas. En el Calderón cada vez hacía más frío. Y pudo hacerse de noche antes de que ésta de verdad cayera sobre el Calderón, si Moyá no se hubiera interpuesto entre la red y Roque Mesa.
Fue justo después cuando marcó Saúl. Pero su gol no terminó de espantar los nervios. Porque el mediocentro seguía siendo amarillo. No así las ocasiones. No había ninguna. Ni de uno ni de otro.

Simeone en el primer cambio dejó claro que iba a por el partido, valiente. Fuera Carrasco. Dentro Torres y cómo aplaude el Calderón cuando El Niño pisa el césped. Como silbaba a Koke cada vez que tocaba un balón, como si hubiera perdido la memoria, hubiera olvidado quién es Koke y cuánto ha dado. Pero entonces la grada ya era todo un morderse las uñas. Lo marcaba el reloj. Diez minutos quedaban. 80’ decía. Gameiro se iba tres minutos después. La grada aplaudía su entrega, el dejárselo todo, aunque de momento le cueste tanto el gol.

De la bota de Gaitán, que acababa de entrar, pudo estar el 2-0. Filtró un pase genial a Torres, que dejaba a éste solo, pero lo hizo con demasiado ímpetu, se fue demasiado lejos, se esfumó esa posibilidad. Seguían los nervios. Pero con el gol de Saúl había regresado también el viejo Atleti, ese que marca y mata los partidos. No hubo más ocasiones de Las Palmas. El partido murió al estilo del viejo Calderón que se va partido a partido. Sólo 11 de Liga le quedan. El de ayer lo ganó el 8. Lo dicho, no podía ser otro quién le devolviera la sonrisa al equipo, al estadio.