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La magia del fútbol. A las seis de la tarde, el madridismo se iba a casa más quemado que el cenicero de un bingo. El empate del derbi había hecho pupa. El gol de Griezmann había amortajado al Bernabéu, que creía que habían volado dos puntos que podían costar el título de Liga. Los colegas me llenaron de mensajes de whatsapp mi móvil pidiéndome que por favor alguien convenza a Zidane de que la BBC debe ser ‘negociable’. S’il vous plait. Imaginamos que Luis Enrique no se había echado la siesta como había profetizado, porque el 1-1 le daba vida a su equipo. Pero todos, incluidos muchos madridistas de poca fe, olvidaban que a las 20:45 jugaba también el Málaga, que se comió al Barça con patatas (Isco me entiende). Sí. El de mi admirado Míchel. El Málaga pasó por encima de Luis Suárez, Messi y el expulsado Neymar. Sabe a gloria. El móvil volvió a echar humo. Pero esta vez con mis amigos merengones eufóricos. El punto de amargura pasó a ser “puntazo”. El Barça se queda descolgado a tres (y eso que ha jugado un partido más) y si el día 23 el Madrid vence en el Clásico, la Liga 33 gritará al madridismo: “¡Cómeme!”.

Pepenbauer. Pero volvamos al derbi. Me dio doble rabia el gol del empate de Griezmann porque le restó protagonismo a mi Pepe, uno de los últimos héroes de este equipo que poco a poco se nos está despidiendo. Su gol de cabeza-hombro puso en pie al estadio y tumbó la resistencia épica de Oblak, un muro con guantes. Pepe lo celebró besando y mordiendo ese escudo que ha defendido a capa y espada durante una década admirable. Pepe es todo corazón y un madridista que parece de cuna. En estos partidos grandes nunca baja la nota. Recuerdo un golazo en un Clásico donde la grada le abrazó como si fuese un canterano. Pepe cayó en acto de servicio por culpa del fuego amigo. Kroos, en su afán por sacar un balón peligroso, le dio una trompada y le fracturó dos costillas. Pepe puede que ya no juegue más este curso. Que le renueven por Dios. Con 34 años no merece despedirse así del Real Madrid. La afición le adora. Y yo.

Candidato Griezmann. El autor del 1-1 final dejó en zona mixta abierta la puerta a su posible marcha al ‘enemigo’. “¿Jugar en el Madrid? No descarto nada”. El ariete francés nunca negó su simpatía por los inquilinos del Bernabéu, aunque en el Calderón ha sido más prudente por razones que no hace falta analizar. Su actuación de ayer le entroniza entre los grandes. Si quiere verse de blanco, por mí parte esta bendecido.

Ilusionados. Ante la batalla que nos espera el miércoles en Múnich ante el Bayern de Ancelotti, me trasladan su euforia renovada tras el 2-0 de La Rosaleda las peñas de Albuñol y Loja (Granada), Fuengirola, Vélez y Torrox (Málaga), Andratx y Sineu (Mallorca), Villarrubia de los Ojos y Herencia (Ciudad Real), Arenas de San Pedro (Ávila) y San Pedro del Pinatar (Murcia). ¡Vaya subidón!