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Cortuluá

Carlos Ibargüen: “Me dicen el fantasma del Cali”

El delantero del Cortuluá compartió detalles de su vida con AS Colombia. Nació con partera hace 19 años en Buenaventura. Dijo que el defensa Germán Mera, le aruñó el cuello.

ColombiaActualizado a
El delantero de Cortuluá se consolida como uno 10 goleadores de la Liga Águila con 6 anotaciones.
Colprensa

“Tengo mi fe puesta en Dios y siempre declaro lo que voy a hacer, porque la palabra tiene poder, soy muy creyente, y a los guayos los toco y los unjo con una oración”, sostiene el delantero de Cortuluá Carlos Ibargüen. Es que se tiene pero tanta fe que el martes, al término del primer tiempo frente al Cali, dijo: “Sabía que ellos iban a salir a darme ‘pata’, pero ahoritica les hago gol”.

Lo dijo y lo hizo. Recibió en solitario en el segundo palo, y luego tuvo dos opciones de tiro frente al arquero, falló con la zurda y acertó con la diestra. Cuando culminó el juego en el que superaron 1-3 al Atlético Nacional, Ibargüen se lo anunció a su técnico, Jaime de La Pava, con tres días de anterioridad. “Esa noche fallé dos opciones, entonces le dije al ‘profe’, ‘quédese tranquilo que los estoy guardando para el partido contra el Cali’”.

Y agrega con noble presunción: “Me dicen que soy el fantasma del Cali”. Es que es implacable contra los ‘azucareros’, en tres partidos les ha convertido seis goles. Ha sido el primer sostenido ruido de Ibargüen y anuncia muchísimos más. Fernando Velasco lo hizo debutar con el Cortuluá en el Apertura de la B 2013, tiene 19 años (7 de octubre del 95) e integra la selección Sub-20 de Colombia.

Hace apenas 4 años, estaba jugando descalzo en la arena de Buenaventura y el exfutbolista Cristopher Moreno lo acercó al club Fútbol Paz, poco después de que el jugador llegara a Cali. Su ocupación no pasaba de acompañar en las labores diarias a su hermano John Edward, un artista del Circo para Todos, que ensayaba mientras su hermano menor corría esperanzado detrás de un balón.

Hace apenas 4 años, Ibargüen empezó a sentir a diario la energía del pasto, y se hizo hincha del Deportivo Cali, porque su hermano, el artista del circo, lo llevaba al Pascual Guerrero, a la tribuna de sur, “y nos metíamos a la barra popular. Tengo otro hermano que es del América, pero yo tenía que estar con el caleño porque era el que siempre se ‘encartaba’ conmigo, me llevaba a todo lado”, rebobinó Ibargüen.

Rudo de apariencia, fornido. Parece que vino al mundo provisto de la fuerza que hizo su mamá, Senovia Ibargüen, en un parto con partera a media luz en una deprimida casa del barrio Pampalinda en Buenaventura.

Ibargüen acelera por izquierda, encara, gambetea en corto y en largo, procura recibir lejos de los defensas y marca hasta de media distancia. Ya lo había demostrado frente al Cali en la primera fecha de la Copa Águila (3 goles) y en la décima de la Liga (2 goles).

“El sueño que tengo desde niño es jugar en el Cali, porque bastante sufrí como hincha, era un llorón cada que veía perdiendo al equipo. Pero, Cortuluá es al que le debo lealtad, entonces, por ahora toca celebrar, gozármela, y aportar para que podamos mantenernos en la primera categoría”.

El martes en Palmaseca, Ibargüen gozó tras su anotación, pero también sintió dolor: “Germán Mera me pisaba los dedos y hasta me aruñó el cuello. Si mi novia no se hubiera enterado que me lo hicieron en ese partido, se me arma un problema”, reveló el joven jugador del conjunto tulueño.

La más próxima gran vitrina para Carlos Ibargüen Hinojosa es el Mundial Sub-20 de Nueva Zelanda, donde anhela participar. También desea comprarle una casa a su madre, con quien en la actualidad vive en Tuluá. El delantero bonaverense se tiene fe y conoce de Dios, está encarrilado.